
Teléfono Rojo / El fin del INE, del TEPFJ… y del sistema de partidos
Por la tarde, llegaron a Colima 500 elementos más de la Guardia Nacional para reforzar la seguridad pública y ayudar a frenar la ola de violencia.
Por la noche, la ciudad se iluminaba con las llamas de tráileres, una pipa y camiones cañeros incendiados por sicarios en respuesta a la captura del jefe regional del Cártel Jalisco Nueva Generación, Aldrin Jarquín. A Jarquín lo capturaron ayer la Marina y la FGR en Zapopan, Jalisco, durante cateos de casas en la zona metropolitana de Guadalajara.
Durante el día, 3 personas fueron acribilladas en La Albarrada y Coquimatlán. Estos hechos se perdieron en el vendaval de terror que se desató en la noche.
Ignoro qué tanto sirva y para qué a la delincuencia organizada quemar camiones. Algunas veces, la táctica llamada narcobloqueo la han utilizado diversos cárteles para proteger la huida de líderes en zonas donde son buscados o perseguidos. En otras ocasiones, se trata de una demostración -supongo- de fuerza y capacidad operativa. Y, acaso, para presionar a un determinado gobierno.
En la población, el efecto es el miedo pánico, el terror, la sensación de inseguridad, la conciencia de fragilidad, la evidencia de la exposición involuntaria a un peligro grave. Eso conduce a la rabia. La cercanía a los hechos demuestra la vulnerabilidad colectiva, la inscripción no deseada al juego de la ruleta rusa -ironía de los violentos tiempos que corren-.
Es difícil vivir en tales circunstancias, cuando la zozobra inunda el ánimo como la corriente repentina trocada en avalancha inunda en el lecho de un cauce seco.
Así se vive hoy en Colima. Esta es la tierra que lidera la tasa nacional de homicidios dolosos -asesinatos- en proporción al número de habitantes: 10.2 por cada 100 mil pobladores en el estado menos poblado del país.
¿Y el gobierno? Invisibles, imperceptibles sus acciones y sus efectos, la administración de Indira Vizcaíno Silva deja la impresión -impronta clara y profunda- de haber delegado en las fuerzas federales el destino inmediato del estado que ella debiera dirigir.
Lo peor es que la presencia de las fuerzas federales tampoco ha sido solución. Constante el trabajo, el patrullaje, la presencia en los retenes de soldados, policías, guardias nacionales, lo mismo de noche que bajo el sol inmisericorde del día. La gente simpatiza con ellos, los respeta y de vez en vez les ofrece agua, un taco, un refresco que les ayuden a soportarlas jornadas largas, implacablemente extensas.
De los escasos resultados positivos de sus trabajos, los soldados y los guardias no tienen culpa. Sobre ellos está la orden inapelable, el recuadrito a que se constriñe su labor. Pero, ¿y los jefes, los estrategas, los planificadores?
No, la estrategia tiene saldo en rojo. Lo hemos visto en otros estados, como ahora mismo Zacatecas, por ejemplo, a donde también envió más tropas el gobierno federal.
¿A dónde va Colima? Imposible saberlo cuando se camina al garete, sin rumbo, sin liderazgo. Mala cosa cuando el terror aparece y el gobierno desaparece.
Armando Martínez de la Rosa https://www.criterios.mx/